El secreto de Holly by Katja Brandis

El secreto de Holly by Katja Brandis

autor:Katja Brandis [Brandis, Katja]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2017-01-01T00:00:00+00:00


—En fin, buenas noches —dije, y Lissa Clearwater me deseó con cierto retintín que me mejorase… por lo de la pelea—. Ah, por cierto, ¿no tendrá alguna nota o algo escrito a mano por Andrew Milling?

Todavía no habíamos sacado nada en claro del papelito de marras. La señorita Clearwater asintió sorprendida y rebuscó en sus archivos. Por fin sacó una hoja en la que aparecían una serie de cifras escritas con letra ondulada. ¡Era la misma letra! ¿Pero cómo había llegado un papelito con la letra de mi enemigo hasta un banco recién asaltado? No entendía nada. Milling no se implicaría en un vulgar robo. Puede que Brandon sacara alguna conclusión. Se lo contaría enseguida.

Abrí el mensaje nada más salir del despacho. Volvió a temblarme todo el cuerpo.

«Me daré por satisfecho cuando ellos lloren como he llorado yo. ¡El gran día llegará, Carag! Y entonces pagarás caro haber elegido mal el bando. O puede que incluso antes. Mucho antes».

—Eso ya lo veremos —musité y cerré la tapa del móvil con los dedos, en los que me habían salido garras.

El martes temprano, cuando llegó la hora de ir al instituto de Holly, me sentía mucho mejor, al menos físicamente. Bajé a zancadas las escaleras hasta el vestíbulo y me detuve.

En uno de los cuadros de la señora Parker había algo diferente. Al examinarlo se me escapó una sonrisa. Alguien había hecho algunas modificaciones en la doguilla adornada con un collar de perlas que se desperezaba en un sofá de terciopelo rojo. Una caca de perro humeaba sobre la alfombra. La doguilla tenía una botella de cerveza en una pata y metía dentro la lengua, lo que le daba un aspecto asquerosillo. De pie, un zombi pintado de un modo impecable la sujetaba por la correa.

Henry apareció a mi lado y se quedó estupefacto.

—¡Qué bueno! A la señora Parker le va a dar un patatús en cuanto lo vea. ¿Sabes quién ha sido?

—Yo apuesto por Frankie —dije.

Nuestra nutria metamórfica tenía un sentido del humor terrible.

—Yo no he sido —exclamó Frankie, que acababa de aparecer y se había detenido a admirar el cuadro nuevo—. Está demasiado bien hecho.

Cada vez se iban arremolinando más alumnos frente al cuadro, hasta que por fin la noticia llegó a oídos de los profesores. Poco después, Theo ayudaba a descolgar el cuadro a la señora Parker, que aullaba como loca de rabia. ¡Bien! ¡Mil gracias al artista!

Sonreí al ver a la tercera integrante de nuestro equipo, la regordeta Berta. Con su plumífero rojo y amarillo parecía uno de esos pajarillos de plumaje ahuecado que los humanos llaman tangaras aliblancas. Acababa de pasar por la peluquería y llevaba el pelo muy corto.

—¿Te has convertido en una osa medio calva? —le preguntó intrigado Henry, la rana metamórfica.

Berta parecía ofendida.

—Espero que no. La peluquera se pasó tres pueblos.

—Bill Brighteye se afeita todo el pelo y en forma de lobo conserva su pelaje normal —dije para consolarla—. ¿Qué? ¿Vamos?

Theo nos esperaba con la ranchera. Nos quedamos en silencio, nerviosos, nada más montar.



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